I. Líneas del autor:
Muchas reseñas y comentarios
abundan, probablemente podrá encontrarse con análisis muchísimo mejores que
este, sin embargo, se comparte este breve estudio (quizá ni siquiera llegue a
la calidad de un estudio) con el único fin de que sea bendición, y que por
medio de esto, y de estas plataformas y herramientas, se despierte en el lector
un deseo ávido por la lectura de la Escritura que ha sido luz para muchos y el
fundamento firme que nos sostiene en un mundo tan voluble; y que así, sea la
Gloria para el Único que la merece, en muchas vidas, alrededor del mundo y en
toda su creación.
-El autor
II. Análisis.
El final del libro de Eclesiastés
es estupendo, pero antes de llegar allí, el recorrido del libro nos lleva
primero las realidades del hombre, que todos tenemos que vivir, ya sea lo uno o
lo otro, sin embargo la constante en esta realidad es que todo es vacío,
carente de sentido; absolutamente nada de la realidad del hombre está sin el
gravamen de la aflicción de espíritu, que denomina el Predicador (quien
es el autor que se presenta en el mismo libro), o lo que también denomina “trabajo”
o ilusión vana, lo ejemplifica como correr tras el viento.
“He visto todas las
obras que se han hecho bajo el sol, y he aquí, todo es vanidad y correr tras el
viento.”
Eclesiastés 1:14 LBLA.
Parece que definitivamente se
acabará el libro sin haber un consuelo y una esperanza a esa condición con que lidiará
el hombre toda su vana existencia.
De hecho, las realidades del
hombre son cambiantes, según el tiempo que le corresponda vivir. “Todo tiene su
tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.”(Cap. 3 v 4)
Además, añade que hay “tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar,
y tiempo de bailar; 5 tiempo de esparcir piedras, y
tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar”
(Cap. 3 v4), según el tiempo que corresponda.
“En el día del bien
goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno
como lo otro (..)”
Eclesiastés 7:14.
Y de esta forma parece ir acabándose el libro dando como
bienaventurado al que no tiene vida:
Y alabé yo a los
finados, los que ya murieron, más que a los vivientes, los que viven todavía. 3 Y
tuve por más feliz que unos y otros al que no ha sido aún, que no ha visto las
malas obras que debajo del sol se hacen.
Eclesiastés 4: 2 y
3.
Empero, antes de terminar nos dirige hacia aquello que de
verdad vale la pena en la vana existencia nuestra, cargada de sinsabores y
pesares, Eclesiastés 12:13: “ El fin de todo el discurso
oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo
del hombre.”
¿Pero qué significa esto? En un sentido simple nos indica
que debemos temer a Dios, y ello, según proverbios y salmos es el principio de
la sabiduría, misma que es una herramienta maravillosa para poder sobrellevar
esta vida y tomar las decisiones que traigan menos amargura y tristezas
posibles.
Por otro lado, nos orienta a guardar los mandamientos del
Señor, y ello con el fin de que nos vaya bien.
¡Quién diera que
tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis
mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!
Deuteronomio 5:29
Y haz lo recto y
bueno ante los ojos de Jehová, para que te vaya bien, y entres y poseas la
buena tierra que Jehová juró a tus padres;
Deuteronomio 6: 18
Esta vida, a la verdad en muchas maneras carece de sentido,
y de alguna sustancia indescriptible para el hombre que le genere plenitud, por
eso finalizando el tratado dice:
Vanidad de
vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad.
V-8.
El Predicador, halló que la única
y verdadera razón de este lapso corto pero trascendental con todos y sus trabajos,
es obedecer la ley de Dios. Es esta pues, esa sustancia que le genera plenitud
al hombre, aunque el hombre huya o pretenda engañarse, siempre encontrará que
no podrá escapar de la vanidad de su propia existencia, hasta que se rinda a Su
creador.
Y así termina este maravillo libro, te invito a estudiarlo y aprender las enseñanzas valiosas que Dios tiene para ti.
Medellín, Colombia
Autor: Andrés González Santana
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